sábado, 16 de mayo de 2009

LA RELIGIÓN COMO ELEMENTO LEGITIMADOR DE LAS DESIGUALDADES SOCIALES

Todas las sociedades modernas se encuentran estratificadas socialmente, de forma que entre los ciudadanos hay grandes diferencias económicas, de poder y de status.

La forma de posicionarse en estos estratos varía en un continuo entre aquellas sociedades donde predomina el logro como medio de alcanzar el status de cada cual (es decir, son los méritos del individuo los que lo sitúan en un estrato concreto), y aquellas otras sociedades donde predomina la adscripción (elementos no controlables por el individuo como la raza, el sexo, etc). Podemos decir que ninguna sociedad se encuentra en los extremos, siendo lo más frecuente una mezcla entre adscripción y logro con diferente predominio de uno u otro según las distintas sociedades.
Estos sistemas estratificados se caracterizan por ser más o menos estables, no siendo frecuentes las revueltas de las clases más desfavorecidas. Para que esto sea así, es necesario que haya algún elemento de legitimación, en función del cual cada uno asuma su posición como justa.

Este papel legitimador lo cumplen habitualmente las costumbres, las leyes, y la religión. Y es del papel de ésta última de la que queremos tratar hoy en Azote de dioses.

En las sociededades occidentales, las religiones cristianas ejercen ese papel legitimador argumentando principalmente que cada uno debe asumir su rol, ya que un ente superior, su dios, así lo ha establecido. Además, para aquellos que sean cumplidores de los designios de su dios, éste les reserva un lugar de privilegio en la otra vida, siendo frecuentes en estas religiones las frases del tipo "los últimos serán los primeros".

Si existe una sociedad donde el sistema de estratificación se sitúa en unos de los extremos adcripción-logro que estableciamos antes, ésta es sin duda la sociedad hindú, donde el sistema de castas se encarga de establecer desde el nacimiento el status de cada cual. En este sistema, la casta superior es la formada por los sacerdotes (brahmanes) y los guerreros, siendo la casta inferior (aunque realmente son tan inferiores que están fuera del sistema de castas), la de los intocables. Dentro de un sistema tan ritualista como es éste, los intocables deben esconderse ante la presencia de un individuo de casta superior, y si esto no fuera posible, deben permanecer mirando al suelo.

Lo que llama la atención de este sistema, es el grado tan grande de aceptación por parte de los intocables, que siendo una masa poblacional importante, en muy contadas ocasiones se han revuelto contra su desgraciado status. Para que esto sea así, es necesario un elemento legitimador como la religión hinduista.
El hinduismo es una religión que cree en la reencarnación. Asegura que dios situará en su próxima vida a cada uno en una casta más elevada en función del grado de cumplimiento de sus obligaciones de casta durante su vida actual; de esta forma, los intocables se mantienen sumisos, pues saben mejor que nadie las penurias que su condición conlleva, y por nada quisieran verse en iguales circunstancias en vidas sucesivas. Por otro lado, estos intocables sufren del desprecio por parte de las castas superiores, que piensan que la situación de aquéllos se debe a sus pecados cometidos en vidas anteriores.

Y de esta manera, mediante la justificación por parte de las castas superiores del status de los intocables basándose en los hechos de vidas anteriores, y los anhelos de una vida mejor en reencarnaciones venideras por parte de los intocables, los siglos van pasando y el hinduismo sigue manteniendo uno de los sistemas de estratificación más brutal de la historia de la humanidad.

3 comentarios:

  1. ¿De donde sacas que "las religiones cristianas ejercen ese papel legitimador argumentando principalmente que cada uno debe asumir su rol, ya que un ente superior, su dios, así lo ha establecido"? Precisamente, el mensaje cristiano va en la senda contraria, LA dignidad humana es incuestionable y nadie puede permanecer en un rol alienante.

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  2. Lo curioso del hinduismo es que su "Dios" no es ni conciente ni personal. Es una entidad no conciente de si misma. Es una religión atea, podríamos decir. Interesante situación, ¿no?.

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