miércoles, 10 de octubre de 2012

SILENCIO CÓMPLICE

En los últimos tiempos venimos observando por parte de la curia española una actitud recatada y silenciosa que sería de agradecer si no fuese porque, no habiendo cambiado las personas, difícilmente entendemos que hayan cambiado los modos.

Más allá de tímidas apariciones en la campaña electoral gallega y alguna que otra aparición pública con sus clásicas soflamas contra el aborto, el divorcio, y la retahíla de tópicos acostumbrados, el silencio parece haber cubierto los palacios episcopales y los que otrora se presentasen cual reinonas de vodevil paseando sus purpurados solideos por los canales de la televisión patria, parecen haber sido engullidos por el artazgo de su público como ocurre con los personajillos de la farándula, cuyos ascensos a la fama son tan veloces como sus posteriores olvidos.

Parece haber pasado ya el tiempo de las manifestaciones, donde los obispos, convertidos en "perroflautas pancarteros", se paseaban por España en contra del aborto, del divorcio, del matrimonio homosexual y de todo aquello en lo que se pudiese ir en contra. Y pese a todo, en España se sigue abortando, los gays se siguen casando y tanto gays como heterosexuales se siguen divorciando ¿qué ha ocurrido entonces para que abandonen las calles? ¡Con lo bien que se lo pasaba el populacho en sus "manis"! Se repartían bocadillos, se cantaban coplillas, ...y todo bajo la escolta de amables policías, que por esos días aún no habían descubierto lo divertido que resulta aporrear a los cuidadanos que les pagan su sueldo.

¿Qué ha ocurrido de un tiempo a esta parte? ¿Qué ha cambiado?

Fundamentalmente dos cosas.

Por una parte, el PP ganó por mayoría absoluta las elecciones generales de noviembre de 2011. Desalojadas las hordas rojas del poder, y puesto éste bajo la tutela de los herederos del franquismo, ya no había razón para ocupar las calles, pues sus reivindicaciones no eran más que meras excusas para desgastar al gobierno socialista. "Que se casen los gays, que se divorcie quien quiera, que ya tendrán su castigo en el infierno; mientras tanto, aquí, en la Tierra, los nuestros ya mandan y el poder vuelve a las manos de quien siempre debió ostentarlo, que para eso vencimos en la cruzada del 36 contra la chusma judeomasónica" .

Por otro lado, Europa, y especialmente España, se ven sumidas en la mayor crisis económica desde los años 30 del siglo pasado. El paro, la desprotección social, y en cada vez más casos, el hambre que sufren gran parte de los ciudadanos, parecen ser ingredientes suficientes para que se pronuncien aquellos que pretenden ser los referentes morales de la sociedad. Pero no, ellos callan. 
Quizás porque saben que esto solo se soluciona con un mejor reparto de la riqueza, y sobradamente saben que puesto a repartir, a ellos les iba a tocar dar y no recibir.
Quizás porque se sienten culpables, pues son miles de millones de euros los desviados de la educación y la sanidad a cubrir los "agujeros" que ellos dejaron como administradores de varias cajas de ahorro.
Quizás porque saben que en medio de la pobreza no conviene alzar la voz, no sea que atraigan la mirada hacia las riquezas que atesoran.
Quizás, en definitiva, porque a ellos les va bien, y cómo les vaya a los demás les importa un bledo.